La pintura mural del Convento de Tepoztlán

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La pintura mural del Convento de Tepoztlán es una de las características más reconocidas, así como su belleza arquitectónica. Se debe en muy buena parte a la comunidad indígena, cuya participación con mano de obra y algunas técnicas, fue supervisada por los frailes dominicos.

Así, la pintura mural del Convento de Tepoztlán, se cree que fue producto de las labores creativas de los antiguos pobladores de Tepoztlán. Ellos estuvieron a cargo de la mayor parte de estos trabajos, según se cuenta.

Durante el siglo en que fue construido el convento, los pintores europeos no sumaban un gran número en México. Debido a que pocos de ellos se internaron en estas tierras, y pronto comprometieron su trabajo, con planes de establecerse durante varios años, los suficientes para ver culminadas las obras.

Pintura mural
Pintura mural

Por ello fue que, además de impartir la catequesis, los frailes fundaron escuelas dedicadas a la enseñanza de artes y oficios. Hicieron especial orientación a las técnicas de pintura europea.

Fue un proceso que corrió en dos sentidos, pues los frailes dominicos se encargaron de transmitir a los indígenas el desarrollo de la técnica pictórica a la manera europea, mientras que los indígenas aplicaron sobre las paredes los elementos naturales en técnicas de pigmentación.

Debido a su amplio conocimiento en este tema, como se demuestra en el decorado de los espacios descubiertos en la pirámide del Tepozteco, cuya cámara está delimitada por dos muros que tuvieron decoración en relieve y juego de volúmenes, utilizando planos inclinados y rectos.

Muchos de estos indígenas contaban con grandes habilidades hacia las artes plásticas. Incluso algunos fueron comparados con pintores europeos de la época del renacimiento.

La pintura mural del Convento de Tepoztlán es de una gran belleza

En los murales del Convento sobresale la imagen de la flor de lis, el símbolo de la orden dominica, desarrollado en diversas técnicas. Como la técnica de las grisallas, imágenes en tonos de gris y negro, cuyos pigmentos se obtenían al carbonizar algunas plantas, lo cual facilitaba su acceso, al tener un costo reducido.

Los murales fueron elaborados con la técnica del temple, que se desarrolla sobre el muro seco y utilizando un aglutinante natural, como la baba del nopal.

Existen bóvedas de cañón corrido con motivos geométricos hexagonales combinados con rombos y triángulos. Están pintados en tonos terracota, producto de los pigmentos de óxido de hierro, adornados además con estrellas y flores. Estas figuras son llamadas casetones, semejantes al artesonado de la arquitectura mudéjar.

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Las cenefas fueron pintadas con imágenes de tritones –hombres con cola de pez– con corona que presentan un medallón en donde se repite constantemente la flor de lis; otros muestran en los medallones, símbolos de la jerarquía eclesiástica y elementos eucarísticos.

Otros motivos repetidos constantemente en la pintura mural del Convento de Tepoztlán, son los dedicados a la Virgen María, a quien se consagró el antiguo convento. Se pueden ver varios medallones con el anagrama de la V y la M. Así como una corona que representa a la reina madre, también floreros con la leyenda de María, aludiendo a su pureza.

Tritones y flor de lis en la pintura mural del Convento de Tepoztlan
Tritones y flor de lis en la pintura mural del Convento de Tepoztlan

En el claustro bajo, hay varias habitaciones adornadas con pinturas de altos jerarcas religiosos. Tal vez obispos de la época, así como ángeles sosteniendo el escudo dominico.
La pasión y resurrección de Cristo es otro de los motivos plasmados en los muros del convento.

Los símbolos dominicos

Uno de los símbolos de la orden dominica, es la figura de un perro con una tea en el hocico. Esta representación es producto de una leyenda: una madre soñó que de su vientre salía un perro con una tea encendida. Al buscar el significado de su sueño, Santo Domingo de Silos le explicó que su hijo vendría a encender el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación. Por esta razón la madre le puso a su hijo por nombre Domingo.

Domingo proviene del latín Dominicus y de ahí se deriva la palabra Dominicanus, que significa dominico y es un compuesto de Dominus (señor) y canus (perro).
Esta imagen también es reproducida constantemente en los murales y la fachada del convento.

En la pintura mural de este edificio, se pueden apreciar algunos tonos de azul, verde y amarillo. Aunque la mayoría de las imágenes fue pintada en rojo y negro.

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